sábado, 20 de noviembre de 2010

¡QUE SENSACION DE LIBERTAD!

Ayer hice un ejercicio de superación personal (obligada por Carlos, pero no que quita méritos), y salí en BTT sola para cumplir el plan de entreno. Y es que aunque en general soy bastante independiente, con lo de salir en bici soy absolutamente dependiente. Básicamente por 2 razones:

a. Tengo un sentido de la orientación nulo (de hecho, podríamos decir directamente que no lo tengo).
b. No tengo ni idea de mecánica (lo máximo que puedo hacer es cambiar una rueda, y eso si tengo un buen día...).

Con estas limitaciones, y sin irme el masoquismo, se entiende que por prudencia y sentido común evite salir sola. Para contrarrestar estas debilidades, me preparé un buen kit de supervivencia: 

a. El móvil (con teléfonos de tienda bici, Carlos, RACC, y policía).
b. Dinero (el dinero lo compra todo, sólo falta encontrar a alguien al que sobornar, y en la montaña a veces es difícil ...).
c. Unos recortes de revistas de bici que contienen unos croquis de cómo cambiar ruedas.
d. Un papelito en el que trato de indicar los pasos a seguir para usar el troncha cadenas (aunque no sé si lo llegaría a entender nunca si os soy sincera).
e. Un buen lote de barritas, geles y plátanos (por si me pierdo y tardo mucho en encontrar el camino de vuelta, que al menos no pase hambre).
f. Un tampax (la regla siempre te viene en el peor momento, mejor no arriesgar, por lo poco que ocupa...).
f. Me falta comprarme un pito para completar el kit. Soy muy chillona, pero no es lo mismo, lo sé.

Me instalé así el GPS con una ruta cargada (me ayudó Carlos), y me fui a la aventura. Todo empezó correctamente, tuve la suerte de que la ruta era de dificultad técnica muy baja, y... de repente, me encontré sola en la montaña siguiendo un GPS, ... y empecé a sentir una fantástica sensación de libertad que no había experimentado nunca antes.

Con el GPS más o menos congenié y por prueba y error, acababa escogiendo el camino correcto. Bueno, miento. En realidad no siempre escogía el correcto, pero no perdía de vista la referencia del camino, que al final era lo importante para no perderme. Algunas veces cogía caminos paralelos, y recuperaba el track al cabo de unos kilómetros.

Tuve también la suerte del principiante, y en las zonas más conflictivas y con más bifurcaciones, encontraba a algún ciclista al que le preguntaba, y muy amablemente me indicaba a dónde ir, o incluso me acompañaba parte del trayecto.

Llegó un momento en el que llegué a un punto de la excursión que me resultó familiar, ... ¡Can Borrell! Me invadió otra gran satisfacción, me sentí segura, experta, conocedora de la montaña. Pero esta píldora de seguridad fue una mala consejera. Provocó que tomara iniciativa propia, y en lugar de seguir las indicaciones del GPS, ... escogí yo misma el camino que pensaba que era el correcto, y como era de esperar, el equivocado. Ahora me tiro piedras, pero "pensar y escoger ruta" debería estar prohibido, incluso penalizado de alguna forma, para personas que no tiene orientación.

Por suerte, ese camino, acabó llegando también al final del destino, y aunque la excursión que hice no coincidía con la prevista, llegué a casa sana y salva sintiéndome muy libre y muy feliz.

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